LA DESPEDIDA
- Huevos Cordobeses
- 12 dic 2023
- 3 Min. de lectura

Luis era un niño muy bueno. Él tenía un perro Pastor alemán. Este cachorro se lo había regalado su tío Hugo. El perrito tenía dos meses cuando llegó a casa, pues su tío esperó que abriera los ojos para destetarlo y poder dárselo. El día en que se lo dio era un sábado de primavera. Ese día Luis llegó a su casa muy feliz con el cachorro, aunque realmente su tío Hugo se lo había regalado a su hermana Nora. Le pusieron por nombre Sabino.
Pasados unos meses, Sabino se convirtió en adulto, adquirió fuerza y valor. Al cumplir un año se lo llevaron a la ciudad de Jalapa, pero en el trayecto, debido a las curvas de la carretera, el perro vomitó; él venía muy cómodo sobre el asiento trasero del auto, con sus dueños, Luis y su hermana Gina arrinconados en el único espacio que les dejó. Cuando llegó a su nuevo hogar, que era una casa de ensueño con tres terrazas muy amplias, Sabino vio que tenía un extenso territorio para correr y hacer lo que quisiera.
Y así transcurrió su vida en su nueva casa, junto con su ama Nora. Pero ella debió marcharse a estudiar a Europa y lo tuvo que dejar con Gina, su nueva dueña, para que no se quedara solo.
Así vivió el buen Sabino durante varios años, protestando siempre por la comida que le daban icroquetas!, que a nuestro amigo no le agradaban ni tantito.
Pero cuando llegaba Luis de visita, Sabino hacía feria porque durante el tiempo en que estaba su amo con él, no comía las detestables croquetas sino unos deliciosos huesos, que para él era una comida de reyes. A veces, sus amos salían a la calle y se quedaba sólo en compañía de Cleo, un pez violeta muy bonito y juguetón, con quien Sabino platicaba acerca de las diferencias entre ellos, su amistad y los típicos problemas de la vida.
Sabino pronto adquirió habilidades: era un diestro cazador de todo tipo de animales intrusos; no salían vivos los ratones nocturnos a los que se les ocurría merodear por la cocina; tampoco salió viva una gallina que se había atrevido a poner sus patas en límites ajenos, en los territorios del poderoso Sabino.
Como cualquier perro, también era un aventurero, Todos debían tener cuidado con la reja que daba a la calle, la cual era una verdadera tentación para este amigo. Esto la ignoraba el inocente albañil que había llegado a realizar un trabajo, pues al salir por la tarde dejó la reja abierta accidentalmente y Sabino, ni tardo ni perezoso, aprovechó la ocasión y se echó a correr como loco por la calle.
Pero un día sorpresiva e injustamente la vida cambió para nuestro amigo Sabino y sus dueños, cuando un desalmado cruel individuo atentó contra el fiel perro que ningún daño le hacía.
Era un caluroso miércoles de Marzo. Gina salió de su casa pues iba a recoger un aparato que había mandado al taller y cuál no sería su sorpresa y dolor al volver a su casita y encontrar al bueno y fiel Sabino tirado a la puerta, totalmente inmóvil.
Con nerviosismo, angustia y coraje, Gina abrió la puerta de la casa sólo para constatar que su noble guardián ya había entregado su espíritu, que seguramente ahora, libre ya de las rejas de su cuerpo, vagará y correrá alegremente, sin que nadie lo detenga, por los infinitos caminos del cielo.
LUIS RAÚL DE GASPERÍN ESTRADA